«El dolor no tiene dueño. Nos concierne a todos. De él venimos, hacia él nos encomendamos. Con la determinación que lo hace el mar, cuando a golpe de ola sola, se apresura inevitable sobre los cuerpos, con la sumisión y la humildad con la que se presentan las cosas más bellas de la tierra. El dolor no tiene dueño, ni tiempo, ni espacio».
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