"Manolo Yanes en Hortus Hesperidum nos encomienda, con su sutil pincelada, al mito, a las criaturas signadas por los dioses, a la irremediable fugacidad de la belleza de los cuerpos y de su luz. Desde los lejanos valles de basalto donde emergen con ojos de tigre y los cuernos de ciervo hacia la voluntad del ser por transcender la materia, por encomendarse a un dios guanche que agita triunfal sus pulmones, como Ícaro al intentar acariciar la cúpula celeste. Ser, por una vez, el centinela que advierte la llegada de los últimos soldados de Mythra".
Guillermo de Jorge, Diario 16
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